LINEAMIENTOS 

El arte tiene el poder de emocionarnos, extrañarnos, embaucarnos, estimular nuestra imaginación, sacarnos de nuestra zona de confort y hacernos reflexionar. Al mismo tiempo, la educación nos hace compartir un espacio y una experiencia de manera colectiva y en grupo, nos  transforma, nos nutre y nos enriquece haciéndonos mejores personas, la educación nos estimula a investigar, a descubrir y a aprender[1].

De esta forma, si juntamos el arte y la educación, podemos interpretar que el salón de clase puede ser un taller de creación artística, o que una actividad escolar puede devenir en un proyecto creativo, al igual que una obra de arte puede ser un dispositivo pedagógico. Para guiarte, te proponemos cinco lineamientos que desde PASE consideramos son fundamentales para tu quehacer en los procesos de ARTE – EDUCACIÓN:

  • Experimentar para crear y aprender.
  • Valorar los procesos, ir más allá del producto final.
  • Dar lugar a los afectos cuidados y emociones.
  • Ir de lo individual a lo colectivo y de lo colectivo a lo individual.
  • Construir desde la realidad mirando la diversidad.

1. Experimentar para crear y aprender

Los lenguajes artísticos nos invitan a explorar nuevas posibilidades conceptuales y técnicas. Experimentar es investigar, por eso debemos permitirnos transitar caminos e ideas innovadoras con nuestros estudiantes.

Ante un mundo en constantes crisis necesitamos fomentar personas que puedan imaginar otras posibilidades, por ello buscaremos que brote la creatividad desde las diversas experiencias artísticas que propongamos en el aula. Usaremos lo lúdico como una estrategia para explorar en cada disciplina y también para integrar lenguajes artísticos como  la danza con el dibujo,  la música con el teatro, la pintura con la poesía y otras combinaciones que debemos atrevernos a realizar. Además, esta forma de trabajo genera nuevos vínculos y fortalece nuestras relaciones sociales en los espacios de aprendizaje.

Experimentar, investigar e imaginar otras posibilidades desarrolla el pensamiento crítico, reflexivo y divergente,  y se vuelven un motor de innovación y cambio.

2. Valorar los procesos, ir más allá del producto final

El teatro, la música, la pintura, el dibujo o la danza no son fines, son medios. Experimentar el proceso es fundamental en las artes, desde allí debemos acercarnos a ellas. Para los maestros, ello significa permitir el proceso, proponer las pautas del inicio, para dejar que los alumnos puedan seguir su camino hasta terminarlo. Estamos tan acostumbrados a un resultado inmediato, a obtener resultados por presión y no por satisfacción, que muchas veces solo ponemos atención al producto final.

En la creación de una propuesta artística, cada paso dado son intentos personales o colectivos, interacciones valiosas que debemos aprovechar, permitiendo el propio error y el de los demás, siendo flexibles con las propuestas que aparezcan. Ello supone brindar la opción de equivocarse repetidas veces, venciendo el miedo al error, así se eliminará la posibilidad de frustración tanto para el docente como para el alumno y se creará un ambiente que permite explorar y crear libremente.

Si el fin es el proceso, el producto final aparecerá entonces como el último paso del camino

3. Dar lugar a los afectos, cuidados y emociones

Las artes nos permiten agudizar nuestros sentidos, dando la posibilidad de conectarnos en una dimensión que apela a las emociones y que puede considerarse más sensible que otras áreas de la escuela. Esta sensibilidad sirve para despertar la curiosidad, fortalecer nuestra empatía, profundizar nuestra mirada sobre el mundo que nos rodea.

Cuando suceden procesos artísticos, se están desarrollando habilidades socio emocionales como el autoconcepto, la autoestima, la comunicación asertiva, el trabajo en equipo, la resolución de conflictos. Todas ellas, crean las condiciones necesarias para la Creatividad, y el mutuo cuidado y el bienestar entre nosotros y los estudiantes.

Habitar un espacio para el aprendizaje artístico implica construir juntos un lugar seguro, inclusivo y respetuoso, buscando un clima donde se pueda dialogar sobre nuestros afectos, nuestras dudas y sobre nuestras ideas. Es decir, pensar una forma en que nuestras sesiones contribuyan a mejorar la convivencia.

4. Ir de lo individual a lo colectivo y de lo colectivo a lo individual

Trabajar en proyectos artísticos de manera colaborativa implica conocernos de forma particular, cada individuo que participa trae consigo sus experiencias e identidades. Se hace necesario escuchar y aprender de las miradas y voces de cada uno de los/as estudiantes.

Estas miradas y voces son compartidas al grupo para generar procesos colectivos. Mientras vayamos desarrollando nuestra actividad artística desde el teatro, el mural, la música, etc. fortaleceremos nuestras capacidades para organizarnos a través de la cooperación de cada integrante del grupo con quien se trabaje. Estos procesos de construcción colaborativa también nos ayudan a crear vínculos de confianza y a mejorar la cohesión entre nuestros estudiantes.

Los proyectos artísticos que ponen atención en cómo ir de lo individual a lo colectivo y viceversa,  refuerzan nuestros valores democráticos siendo la escuela el espacio donde se profundizan y refuerzan valores como el respeto al otro, lo comunitario, la solidaridad y el bien común.

Volver a lo individual significa que al finalizar el proceso, se da lugar a la voz personal para compartir la experiencia  y reconocer nuestras singularidades y nuestro ser colectivo.

5. Construir desde la realidad mirando la diversidad

A través del arte inscribo mi historia personal, la de mi grupo social, cultural y la de mi tiempo. La escuela debe promover hablar de mi realidad, de mi historia, mi cultura, las otras culturas que veo. Debe permitir que se exprese lo que vivimos cotidianamente en nuestro entorno, la historia de nuestro tiempo, y la que se encuentra en nuestra memoria personal y colectiva, lo tradicional y lo contemporáneo.

Los procesos artísticos permiten así, afianzar nuestra identidad, fortaleciendo nuestro mundo interior y abriendo la reflexión sobre nuestra pertenencia y cambio constante como personas, y también la del mundo que nos rodea. La escuela es tierra fértil para abrir y nutrir estas expresiones, es un espacio de contacto de realidades y culturas diversas, de procedencias, con historias familiares similares o distintas y donde se reúnen también características personales diversas.

Referirse al arte y cultura, es hacer referencia a la diversidad. Ninguna realidad es exactamente igual a otra. Las personas, los grupos sociales y culturales, los pueblos, los barrios, las expresiones culturales etc, son diversas. Es necesario entonces, permitir que en nuestras sesiones se expresen las singularidades y se brinden referentes artísticos que representen esa diversidad. Busquemos mostrar el trabajo de mujeres, artistas indígenas, emergentes o desconocidos, jóvenes o mayores, no solo de aquellos que aparecen siempre en los libros o que tienen un mayor reconocimiento.

Tomemos en cuenta también la gran diversidad cultural, paisajística, social y natural de nuestro país. Ello nos obliga a asumir que el criterio de belleza es un criterio cultural, es decir, cada región tiene una forma particular de comprenderla y expresarla, pues depende de su historia, de sus referentes y de las características particulares de su realidad. Si consideramos este criterio para la creación de procesos artísticos en el aula, estaremos contribuyendo a que los estudiantes vivan el arte con raíz cultural, desde el sentido que le da su propio territorio.


 

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[1] https://www.infoartes.pe/guiapase/

 

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