En nuestro país el arte de la expresión teatral contiene una inmensa historia que aún está por escribirse desde su más amplia diversidad. La gran cantidad de hombres y mujeres que han dedicado toda su vida para el ejercicio de este arte ya tienen un sitial en la memoria nacional.

Es evidente que en el país contamos con una rica tradición de escenificación y teatralidad popular, con raíces en el mundo andino y occidental que significa una gran oportunidad y fortaleza del sector. Además existe un crecimiento de propuestas colectivas y redes que desarrollan arte de manera conjunta con las asociaciones urbanas y como parte de procesos de articulación y transformación social. De otro lado se puede visibilizar que existe un impulso a los nuevos lenguajes y estéticas de fusión y vinculación con otras disciplinas artísticas. Es también importante mencionar el aumento de obras de autores peruanos, tanto a nivel individual como colectivo y un sensible crecimiento de la oferta teatral y de público en las ciudades, en especial Lima. La agenda de desarrollo del teatro peruano aún está en construcción.

Aquí lo llevamos por un breve panorama histórico del desarrollo de este bello arte en nuestro país.

Texto Tomado del: “Atlas de Patrimonio e Infraestructura Cultural de las Américas: Perú” Ministerio de Cultura y Fundación Interamericana de Cultura del BID, México 2011.

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1. Tradición

Aquella danza mágica que los hombres del paleolítico superior ejecutaron antes de salir a cazar es quizá la primera manifestación de “representación” en los seres humanos. Los antiguos pobladores del Perú no fueron la excepción, testimonio de ello son las pinturas rupestres de Toquepala y Lauricocha, evidencias que datan de aproximadamente diez mil años atrás.

Estas actividades de carácter mágico evolucionaron conforme aparecieron los mitos y se convirtieron en ceremoniales propiciatorios del bienestar de los pueblos. Las máscaras y las representaciones en la orfebrería y la cerámica prehispánicas hablan de ello.

Existe documentación del teatro incaico en los testimonios de los primeros cronistas del proceso de colonización. Pero estos testimonios se toman con reserva por su visión comparativa y las limitaciones de la lengua. Garcilaso de la Vega en su “Comentarios Reales de los Incas” afirma: “No les faltó habilidad a los amautas, que eran los filósofos, para componer comedias y tragedias, que en días y fiestas solemnes, representaban delante de sus Reyes y de los señores que asistían en la corte. Los representantes no eran viles, sino Incas y gente noble, hijos de curacas y los mismos curacas y capitanes y hasta maeses de campo, porque los autos de las tragedias se representasen al proprio, cuyos argumentos siempre eran hechos militares, de triunfos y victorias, de las hazañas y grandezas de los Reyes pasados y de otros heroicos varones. Los argumentos de las comedias eran de agricultura, de hazienda, de cosas caseras y familiares.” (t 1 libro II capítulo XXVII p, 121)(1). Puede caracterizarse el teatro prehispánico como didáctico, de identificación, de celebración, animado con canto, baile y máscaras. Los teóricos apuntan a que este teatro nunca se hizo en locales cerrados, y fue más bien un teatro de plazas y de otros espacios abiertos. Posiblemente las danzas tradicionales que han llegado hasta nuestros días contengan algunos de estos rasgos iniciales, lo cual refuerza la idea ancestral que tenemos los peruanos de hacer teatro.

Rastrear entonces un teatro peruano similar al que occidente hacía cuando llegaron los españoles no tiene sentido. Es importante investigar y proponer una amplia concepción del teatro nacional, a fin de proponer políticas y sistemas efectivos de apoyo a su desarrollo.

La conquista quiebra el desarrollo posterior del teatro prehispánico, a partir de entonces las manifestaciones de representación ancestral se mantienen como una práctica popular relacionada más a la resistencia cultural y religiosa. De otro lado el colono español se caracterizaba por su afición al teatro que sin lugar a dudas fue una de sus principales recreaciones durante el periodo virreinal. La forma y contenido de la expresión teatral respondió a los intereses del proceso colonial: recreación y catequización de la población natural. Sin embargo, coexistió también un teatro en quechua de memoria y resistencia.

Alrededor del año 1615, en el mismo solar donde se realizaban representaciones desde inicios del siglo, se levantó el Corral de Comedias. Posteriormente, en ese mismo lugar se levantó en 1662 el llamado Coliseo de Comedias inaugurado por el Virrey Luis Enríquez de Guzmán. Pero el devastador terremoto del 28 de octubre de 1746 lo destruyó completamente, tal como fueron arrasados la mayoría de casas y templos de Lima. Sobre los escombros, a iniciativa del Virrey José Antonio Manso de Velasco conocido como el Conde de Superunda, se levantó en 1749 el llamado Teatro de Lima. Allí se iniciaría uno de los más importantes espacios teatrales de la Villa de los Reyes, se representarían comedias –término empleado por aquel entonces para todo género- seguidas de sainetes, coplas y loas.

El 1 de Agosto de 1821, en medio de la algarabía de la sociedad criolla e intelectualidad que bullía de aires emancipadores, se estrenó en el viejo Teatro de Lima la primera obra del Perú independiente, “Los Patriotas de Lima en la noche feliz”. Tan solo días antes se había realizado la declaración de independencia del Perú.

En 1883, durante la ocupación chilena a Lima, un incendio destruyó el edificio del Teatro Principal de Lima. Ante ello, en 1890 se inauguró un teatro de tribunas de madera conocido como Teatro Portátil que fue inaugurado con la presentación de la zarzuela “El hermano Baltasar” presentado por la compañía Dalmau.

En las postrimerías del siglo XIX se mantendrá una gran afición por el teatro en todo el país. Sin embargo, por aquel entonces también llega al país una nueva atracción que se ubicará pronto en el espacio habitual de las salas de teatro, la experiencia de la proyección cinematográfica a través del Kinetoscopio y el Cinematógrafo, que causarán las delicias de las clases altas.

2. En el siglo XX

A finales de la primera mitad del siglo veinte en adelante, se presenta un periodo caracterizado principalmente por los grupos de teatro arte, los colectivos y las compañías. Este periodo que va desde la década del cuarenta hasta aproximadamente los años sesentas y setentas se caracteriza por ser de los grupos de teatro de arte, que intentaron renovar e incrementar el contingente de aficionados al buen teatro, educar al público y llegar a la población en general con las mejores obras de la literatura dramática universal.

También se buscó dignificar la profesión del actor creando una mística de trabajo serio y humilde al servicio de la escena y del público espectador. Pero, su mayor mérito estuvo en la búsqueda de una dramaturgia nacional. También se presentaron otras apuestas algo más convencionales e intentando cubrir un espectro de las necesidades de diversión y uso del tiempo libre de los sectores mejor posicionados económicamente, estas apuestas se evidencia en la generación de diversas compañías de teatro que equilibraron la oferta teatral en la ciudad capital principalmente.

Ya en la década de los ochenta se observa un activismo teatral en todo el país, nuevas agrupaciones que intentan arriesgadas apuestas. Del mismo modo se incrementa la mínima lista de dramaturgos que existía en la década pasada. La presencia de los grupos de teatro en las diversas ciudades del país tiene un mayor peso, por lo cual es posible hablar desde entonces de un movimiento teatral peruano.

Los años noventas son considerados años malos en término de espectadores, son los años de la baja afluencia de público a los espectáculos teatrales, pero en términos de aparición de dramaturgos y directores es una época muy rica y productiva. Se germinó una corriente de creadores importantes que más adelante destacaron. Se va gestando y asentando una respuesta creativa de supervivencia ante la orfandad del teatro sin apoyos estatales, sin interés de las empresas privadas ni de las organizaciones del tercer sector. Los años noventa significó para muchos hombres y mujeres de teatro de las décadas pasadas, una prueba de ácido, una barrera difícil de superar, para la definición de una apuesta de vida. Es una época que detesta las etiquetas y empieza a reformularse todo.

3. En el nuevo milenio.

Una de las preocupaciones de los promotores del arte teatral en estos tiempos es la profesionalización de la gestión eficiente de sus proyectos, definen públicos, comienzan a segmentar de manera muy consciente la población a la cual se van a dirigir, consideran la ubicación de los espacios teatrales según públicos, establecen contenidos, reflexionan sobre diversos aspectos del mercado cultural. Todo este proceso se registra de manera evolutiva. Hoy en día existe un grupo de profesionales que pueden vivir del teatro y dedicarse exclusivamente al desarrollo de sus talentos. Normalmente sus actividades están unidas a la docencia, pero se puede hablar de una comunidad teatral que se desarrolla en una ciudad con un público que va afianzando su interés a este bello arte.

El horizonte teatral se ha ampliado con el apoyo de los centros culturales de las diferentes cooperaciones internacionales a través de la compra de espectáculos a los grupos que recién se inician, principalmente a los que hacen espectáculos para niños, o auspiciando festivales, promoviendo publicaciones de dramaturgia y apoyando actividades ejemplares como las Lecturas

La presencia de festivales descentralizados en los asentamientos humanos y en comunidades jóvenes, con un especial apoyo de organismos de cooperación internacional, abre un nuevo rumbo al desarrollo del teatro nacional.

Desde el 1 febrero del año 2010, según registros públicos, el Movimiento de Teatro Independiente del Perú que desde hace más de tres décadas desarrolla actividades a lo largo de todo el país, se reconoce como una asociación con personería jurídica.

En el proceso histórico del teatro en el Perú destacan los esfuerzos de individuos y colectivos que han hecho posible la continuidad del quehacer teatral. Por ello, el Estado tiene un reto muy elevado por afrontar: debe mejorar su eficiencia para la implementación de políticas culturales de apoyo al desarrollo del teatro nacional. La riquísima diversidad cultural que alberga nuestro territorio se traduce en todo el teatro que produce y que lamentablemente no puede llegar a toda la población en general. Queda en agenda para el portal del Sistema de Información Cultural del Perú el reconocimiento de nuestra riqueza teatral y sus multiplicidades culturales. El desarrollo de nuestra identidad constituye también en la visibilización de todas nuestras manifestaciones teatrales. Por ello, el SIC Perú continuará avanzando, promoviendo un desarrollo democrático y plural, para hacer realidad aquella patria soñada donde todas las sangres y todas las sensibilidades artísticas se permitan una oportunidad de desarrollo.

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Texto Tomado del: “Atlas de Patrimonio e Infraestructura Cultural de las Américas: Perú” Ministerio de Cultura y Fundación Interamericana de Cultura del BID, México 2011.

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