Cine documental

Desde la primera proyección de carácter documental a finales del siglo XIX hasta la actualidad, el Perú ha contado con una gran cantidad de documentalistas que han podido reflejar la gran diversidad cultural con la que se cuenta. A inicios del siglo XX, los registros audiovisuales (…) tenían una función mas bien periodística, de testimonio. Como “El paro general en Lima”, “La huelga de Vitarte de abril de 1911”, “Asunción a la jefatura de Estado de Guillermo Billingurst”. Y es que como dice uno de los más importantes investigadores del cine peruano, el profesor Ricardo Bedoya, “fue el registro documental el que trazó la imagen cinematográfica de la sociedad limeña”.

Se puede distinguir marcados momentos en la historia del documental peruano. Podemos mencionar que un momento clave se desarrolló entre 1919 y 1930, cuando el gobierno del presidente Leguía usó el cine documental como elemento de apoyo al poder en el marco de la prensa cinematográfica de entonces. Años después, primero con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y luego con la promulgación de una Ley de Fomento, se da un periodo de auge en el documental peruano, enfocado principalmente en el noticiero. Pedro Valdivieso cuenta, en el libro de testimonios de Giancarlo Carbone, El Cine en el Perú : 1897-1950, que una vez iniciada la segunda guerra mundial el material virgen era muy escaso y la producción de ficción, que años antes alcanzó un boom significativo gracias a Amauta Films, se detuvo inevitablemente y todos se dedicaron a hacer documentales y noticieros.

A inicios de la década del sesenta, en el segundo gobierno de Manuel Prado, se promulgó el 27 de enero de 1962 la Ley Nº 13936 denominada “liberando de toda clase de impuestos y arbitrios, la exhibición de las películas nacionales, de largo metraje, producidos en el país por empresas nacionales”. Lima tenía entonces aproximadamente 110 cines, algunas salas cerraban temporalmente, otras cambiaban de ubicación; mientras tanto, en la ciudad de Cusco se generaba uno de los más importantes y vitales movimientos cinematográficos de identidad andina, un grupo de realizadores que dedicó su obra a la realización documental y que fue bautizado por Georges Sadoul como Ecole de Cuzco, Escuela del Cusco.

Este movimiento artístico que se originó a partir de la fundación del Cine Foto Club del Cusco (1955), en la ciudad del Cusco, generaría la primera manifestación auténtica de cine documental en el Perú. Según el investigador Ricardo Bedoya en su libro “100 años de cine en el Perú: Una historia critica, todas las actividades de la Escuela del Cusco, actividades de producción, realización y edición fueron realizadas de manera artesanal, e incluso rehuyendo a la especialización, “todos sus integrantes procuraron pasar por la experiencia más amplia de la técnica y la realización”.

Un miembro representativo de la Escuela de Cusco fue Luis Figueroa. Según el investigador y critico de cine, Isaac León Frías, “la continuación de la obra de Figueroa, más allá de la disolución o de la pérdida de organicidad del grupo inicial con el que empezó su carrera fílmica, mantuvo varios de los postulados iniciales, siendo el representante más cabal al interior de la cinematografía peruana, de un cine de extracción y espíritu andinos”. Luis Figueroa inicia sus producciones con Las piedras (1955), en donde recorre las calles del Cusco para registrar las construcciones pre-incas, incas y coloniales. Con Lucero de Nieve (1957) sobre la fiesta del Qoyllur Riti en Ocangate y Carnaval de Kanas (1956), alcanzó el reconocimiento internacional. Estos documentales fueron premiados en la Reseña de Cine Latinoamericano de Santa Margarita, en Génova, Italia; y considerados entre lo mejor del cine etnográfico latinoamericano.

En la actualidad las complicaciones de nuestra composición social, el documental ha calado gran importancia como herramienta de sensibilización de procesos de desarrollo, un aspecto clave es su posición de denuncia como característica de predominancia entre nuestros documentalistas. Ya sea con temática medio ambiental, o de explotación laboral o de discriminación social, el documental aún intenta consolidarse como una apuesta de consumo cultural y a niveles masivos. Es importante también mencionar la producción de documentalistas nacionales que radican y producen desde el exterior como Javier Corcuera (España) y Heddy Honigman.

En el rubro de cine documental, con una postura crítica que aborda temas de interés social y humano, se impone la presencia de la Asociación Guarango con 35 premios y emisiones en cadenas internacionales de TV. Aunque sus producciones aún continúen desconocidas para el gran público nacional, censuradas en algunos festivales, vetadas por las televisoras nacionales, cada vez van ganando más espectadores en circuitos alternativos de difusión social, como en el caso de los documentales “Choropampa” (2002) y “Tambogrande, mangos, muerte y minería” (2007) que cuentan historias de héroes anónimos del Perú rural enfrentados a empresas transnacionales mineras que contaminan o pretenden despojarlos de sus pueblos.

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