Este artículo informativo intenta aproximarse a los orígenes de la música criolla a través de sus diferentes períodos y sus destacados representantes. Además, nos describe los cambios importantes que ha atravesado este género musical desde sus inicios en el periodo de la “Guardia Vieja”, donde toma nuevos matices y un carácter experimental en la fusión con el rock, el jazz y el folk a partir de la década del 50; hasta llegar al período actual de nuevas fusiones y posibilidades.

Los orígenes de lo que se conoce como música criolla se remontan a fines del siglo XIX. Es un género que se desarrolla en la costa del Perú, principalmente en Lima, y tiene en el vals su forma más representativa. Es una readaptación desarrollada por las clases populares, a partir del vals vienés, teniendo a la guitarra como instrumento principal.

Zonas de Lima como Malambo, Barrios Altos, Monserrate, El Rímac y Abajo El Puente, fueron lugares de gran actividad comercial que se caracterizaron por sus callejones. En ellos se armaban las jaranas y veladas musicales que darían vida al criollismo. A estos primeros años, hasta 1920, se le conoce como Guardia Vieja.

Día de la Canción Criolla. Foto: Ministerio de Cultura

Posteriormente, con la aparición de Felipe Pinglo, se inicia un nuevo periodo de la música criolla en el que existen diferencias importantes como bien señala José Antonio Llorens:

Una de las importantes diferencias en la música criolla, entre el modo de producción artesanal (Guardia Vieja) y el moderno (Generación de Pinglo) estuvo en el uso de los canales de trasmisión y en su relación con la audiencia. Así, la nueva dinámica de producción musical implicó que los medios de difusión masiva asimilaran la renovada canción criolla a través de sus mismos creadores e intérpretes para extenderse y asentarse en el gusto de la población limeña. No es casual, entonces, que los integrantes de la Generación de Pinglo sean más recordados que los miembros de la Guardia Vieja por los aficionados a la música criolla. De esta asimilación y amplia difusión se originó en parte la imagen de la “etapa clásica” o de “edad de oro” que se asocia actualmente a la época ubicada entre 1920 y 1950”. 

Entre los valses clásicos que solían interpretarse en los primeros años del siglo XX se encuentran: “El Ángel Hermoso”, “Luis Pardo”, “La Andarita”, “La Cabaña” “Idolatría” e “Ídolo”. Y brillaban compositores y letristas como Abelardo Gamarra, Oscar Molina Peña, Manuel de la Cruz Panizo, Manuel Ascencio Segura, Ceferino Vergara, Pedro Augusto Boca Negra y Alejandro Sáenz, entre otros. Daban a conocer sus composiciones a través de “El Cancionero de Lima”, órgano de expresión popular fundamental para conocer el panorama musical de aquellos años. Eran épocas de transformaciones tecnológicas con la llegada de los discos. Manuel Zanutelli Rosas, en su libro sobre Felipe Pinglo, nos dice sobre este período:

Lo que influyó mucho en el gusto musical de la gente, a través del disco, fue la ortofónica. Durante el oncenio de Leguía (1919-1930), época de la adultez plena del compositor, el tango y los one step, fox trot, shimmy y couplets, marginan a las expresiones del cantar popular criollo. La revista “Mundial” publica las partituras y, acaso sin querer, contribuye a la divulgación de la música extranjera. Los fonógrafos (victrolas y ortofónicas) servían para popularizar la música foránea. De lo nuestro se grababa muy poco.”

La excepción la constituyen la dupla Montes y Manrique, quienes viajan a Nueva York en 1911 para grabar en Columbia Phonograph and Company.  Entre yaravíes, valses, marineras, polcas y piezas dramáticas, grabaron cerca de 182 piezas musicales en 91 discos. No fueron los únicos, también los hermanos Ascuez grabaron en la década del 20 alrededor de 30 discos dobles para Víctor de Chile.

La aparición en escena de Felipe Pinglo marca un nuevo periodo. Autor de clásicos indiscutibles como “El Plebeyo”, “El huerto de mi amada”, “De vuelta al barrio”, “El sueño que yo viví”, entre muchas otras, retrató los sentimientos y aspiraciones de quienes habitaban los barrios populares. Pinglo absorbió las influencias extranjeras de su época y compuso valses pero también fox trots y one steps. Jesús Vásquez, “Reina y Señora de la Canción Criolla”, es quien realizó una de las interpretaciones más difundidas de El Plebeyo, que quedó inmortalizada en la película “El gallo de mi balcón” del año 1939. 

 

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Felipe Pinglo Alva. Fuente: www.elperuano.com

Es por estos años que la música criolla empieza a institucionalizarse con la creación de los Centros Sociales y Musicales, y tiene su punto culminante con la creación del Día de la Canción Criolla en 1944. Se elige el día 31 de octubre para su celebración por Resolución Suprema.

Junto a Pinglo florece una generación notable integrada por Pedro Bocanegra, Carlos Saco, Víctor Correa Márquez, Manuel Covarrubias, Filomeno Ormeño, David Suarez, Nicolás Wetzell, Abelardo Condemarín, Luis de la Cuba, Juan Sixto Prieto, Eduardo Márquez Talledo, Laureano Martínez Smart, Manuel Raygada, Samuel Joya, Alcidez Carreño y Alejandro Sáenz. De todos ellos destaca Carlos Saco quien -como Pinglo- tuvo una vida corta pero dejó canciones clásicas del repertorio criollo como “Rosa Elvira”, “Cecilia” o “Suspiros”.

En la década de los cincuentas, la música criolla va a tomar un nuevo matiz. José Pepe Durand crea la compañía Pancho Fierro, en honor al acuarelista peruano que retrató diversas costumbres, vestimentas y danzas de la población peruana del siglo XIX. La compañía Pancho Fierro se encargó de recrear todas esas danzas con la ayuda de don Carlos Porfirio Vásquez, profesor de danzas afroperuanas de la academia de folclore de Lima. Rosa Mercedes Ayarza, se había encargado de transcribir una gran cantidad de formas musicales asociadas a los grupos étnicos afroperuanos: socavón, panalivio, alcatraz, marineras y también antiguos pregones. Pero es la aparición en escena de Victoria y Nicomedes Santa Cruz lo que marcaría el nacimiento de un proceso de reivindicación de la música afroperuana. Así se fundó Cumanana en 1959, que presentó diversos espectáculos de danza y música.

Las canciones recopiladas y recreadas por Nicomedes tuvieron diversas ediciones discográficas, entre las cuales el álbum “Cumanana” de 1964 constituye quizá el más importante documento sobre nuestro folclore afroperuano. Explica la musicóloga Heidi Feldman: 

La compañía Cumanana dio vida al folklore afroperuano recreado por Victoria y Nicomedes en producciones presentadas en los más prestigiosos escenarios de Lima en los años 1960 y 1961. Esas obras teatrales, generalmente ambientadas en tiempos de la esclavitud, recuperaron la olvidada herencia africana en el Perú”. 

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Cumanana. Fuente: http://www.cimarrones-peru.org

Por estos años empieza a introducirse el cajón en el vals criollo, gracias a la dupla creativa conformada por Carlos Hayre (quien participa del disco Cumanana) y Alicia Maguiña, grandes renovadores del vals peruano. Aparecen otros nombres fundamentales como Chabuca Granda, Luis Abelardo Núñez y Manuel Acosta Ojeda.

La canción criolla ya no estaba necesariamente asociada ahora a los sectores populares. Como indica Llorens:

“Los sectores medios urbanos y la clase dominante de la sociedad peruana tendieron, al parecer, a buscar su propia versión de criollismo frente a la invasión andina. Se refuerza así la imagen de la Lima criolla, la Lima anterior a la invasión andina, la Lima señorial”.

Sin duda es Chabuca Granda la que mejor expresa esa imagen de una Lima señorial en canciones como “José Antonio”, “La Flor de la Canela”, “Puente de los suspiros”, “Fina Estampa” y muchos más. Chabuca renovó la música criolla al incorporar elementos de bossa nova y experimentar con música afroperuana, plasmadas genialmente en su disco “Tarimba Negra” (1977), que incluye el tema “Cuatro Tiempos Negros Jóvenes” de un joven guitarrista llamado Félix Casaverde.

Es de esta época también que se destaca la presencia de Lucha Reyes, como bien sostiene Eloy Jauregui:

Consolidados tríos, como Los Embajadores Criollos, Los Morochucos, Los Chamas, Los Kipus, la voz de Lucha Reyes, fueron un viento refrescante en un tiempo donde las voces maestras de Eloísa Angulo, Rosita Ascoy o Esther Granados fluían a una corriente criolla barrial frente a la elegancia de Chabuca Granda y Alicia Maguiña y al empuje de voces juveniles como las de Tania Libertad o Lucía de la Cruz”.

Una figura a destacar la constituye Óscar Avilés, reconocido como “La Primera Guitarra Peruana”, integrante de Los Trovadores del Perú y Los Morochucos  quien realizó colaboraciones importantes con Alicia Maguiña, Chabuca Granda (con quien graba el álbum Dialogando), Augusto Polo Campos y Arturo Zambo Cavero. Con éste último grabó canciones creadas por Augusto Polo Campos a pedido del gobierno del General Juan Velasco Alvarado para la campaña de eliminatorias del equipo de fútbol peruano de 1974. Así nació el famoso vals “Contigo Perú”.

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Óscar Avilés. OCII MInisterio de Cultura.

En una de las últimas entrevistas, que concedió al diario El Comercio, dijo Avilés:

Yo introduje en la música criolla las notas agudas de la guitarra. Antes solamente eran bordones, notas graves. La afinación era Re, La, Mi y Mi, Si, Sol las notas agudas. Bajando las manos podemos encontrar notas agudas hasta el inicio de la caja armónica. Para mí eso fue muy valioso porque me abrió puertas y lo importante creo que fue el seguimiento que hicieron otros de esto, todos siguieron con (mis) notas agudas”.

A principios de los años ochentas se realizaron una serie de conciertos bajo el nombre de Música Urbana. Diversos artistas, muchos de los cuales estaban activos hacía más de una década, dan a conocer en estos conciertos sus nuevos trabajos; entre ellos se encontraron: Richie Zellon, Andrés Soto, Los Chondukos, Kiri Escobar, Miguel Flores, Alejandro Susti, Marina Piazza, Susana Baca, Fernando Garreaud, Richard Villalón, Cecilia Bello, Canto Rodado y Camaleón. Así, en el folleto de uno de los primeros conciertos realizados se puede leer:

Música Urbana es un asidero cultural que reúne a jóvenes compositores e intérpretes de la Gran Lima. Dicha expresión nace en la década del 70 de manera aislada, es decir, compositores y grupos independientes que tienen como objetivo común: La Revalorización de Nuestra Música Peruana.

Este movimiento llegará a su máxima expresión con la creación de la Semana de la Integración Cultural Latinoamericana (SICLA) y al que acuden todas las luminarias de la nueva canción de diversos países. Con el transcurso de los años este movimiento va encontrando, a través de una búsqueda de nuestras propias raíces poético-musicales, sumadas a las influencias externas del jazz y el rock, una serie de alternativas que convergen en lo que podríamos llamar “La Nueva Canción Peruana”.  De ellos, Andrés Soto, gran amigo de Chabuca Granda, es una de las figuras emblemáticas de este encuentro entre la canción latinoamericana y la tradición criolla vinculada a lo afroperuano. En 1968 había fundado el cuarteto vocal Manos Duras, con Paco Guzmán, Daniel Kiri Escobar y Paco Castillo, y realizó una intensa actividad de conciertos en los años setentas, con la edición de un disco de 45 rpm. Pero será recién en 1981 la fecha de publicación de su gran LP debut, que contiene clásicos como “Negra Presuntuosa” o “El Tamalito”, ambos temas versionados por Susana Baca y Cecilia Barraza.

Las pioneras combinaciones con el jazz y lo afroperuano de Los Chondukos, de Miki Gonzales, son retomadas y desplegadas por Richie Zellon en su álbum “En Blanco y Negro”, y van a dar un cariz experimental a la aproximación afroperuana e introducir la idea de música de fusión.  Siguiendo la tradición de Chabuca Granda y Carlos Hayre; Zellon, un excelente guitarrista, llevó un paso adelante la relación de lo criollo con el jazz. Estas renovaciones de tipo neocriollo van a tener representantes muy notables en el jazz como Corina Bartra y Perujazz o del propio Chocolante Algendones, todos ellos sientan las bases de lo que es una tradición de jazz afroperuano.

Otra figura importante es sin lugar a dudas Susana Baca, también influida por La Nueva Canción e inspirada por la propia Chabuca Granda. Susana empezó su trayectoria en los años setentas. Compartió escenario con la agrupación Tiawanako 2000, El Polen y Manongo Mujica, con los que realiza una serie de experimentaciones sonoras, relacionadas con el rock, el jazz y el folk. Publicó su primer álbum en 1987, llamado “Color de Rosa Poesía y Canto Negro”. Durante los años noventas el músico neoyorquino David Byrne descubre el talento de Susana Baca a quien llama a formar parte del catálogo de artistas de su sello Luaka Bob, el mismo que también publicó una antología de música afroperuana llamada “Soul of Black Perú”, donde también aparecían voces como Lucila de la Cruz y Eva Ayllón. Luego aparecieron sendos discos de Susana Baca a través de Luaka como: “Eco de Sombras”, “Espíritu Vivo”, “Afrodiáspora”, que la catapultaron como estrella internacional. El sonido de Susana Baca posee elementos de jazz y han contribuido en sus discos músicos de vanguardia de la talla de Marc Ribot o John Medeski.

Susana Baca en concierto, Foto: Julio Pantoja

Quien también ha hecho un cruce interesante entre el jazz y la tradición afroperuana es el reconocido Alex Acuña, músico de prestigio internacional y miembro de la banda Weather Report. Acuña, radicado en Estados Unidos, decidió formar un conjunto a fines de los años ochentas llamado Los hijos del sol. La banda estuvo integrada por Alex Acuña, Ramón y Oscar Stagnaro, Lucho Gonzales, Eduardo Arbe, Miguel “Chino” Figueroa y Eva Ayllón. Así, bajo la producción de Ricardo Ghibellini se lanzó en 1989 un disco en formato cassette, para el cual contaron con la colaboración de lujo de celebridades del jazz y latín jazz como: Wayne Shorter, Paquito D’Rivera, Ernie Watts y Justo Almario. En el disco se incluyen clásicos como “El Tamalito”, “La Flor de la canela” o “Coplas a Fray Martín”.

En la actualidad esta tradición neocriolla podemos encontrarla en el trabajo de jóvenes cantautores como Javier Lazo o Giovanna Núñez (La Lá), quienes se aproximan a lo criollo desde una perspectiva muy libre, integrado elementos de la música pop, la bossanova y el jazz. Lazo se ha destacado como compositor de muchas canciones para Susana Baca y a la vez desarrolló una trayectoria personal. Giovanna Núñez publicó en el 2014 su álbum debut titulado Rosa. Por su parte la cantautora Sara Van se ha convertido en una intérprete destacada del repertorio criollo, llevándolo a escenarios internacionales y recibiendo elogios por su estilo personal. Tiene una destacada participación en el documental “Sigo Siendo” dirigido por Javier Corcuera donde se muestra un amplio panorama de lo que constituye nuestra música popular; en especial la criolla.

De igual manera el trabajo que viene realizando Fernando Urquiaga, director de la disquera y productora Sayariy, es destacable y se enmarca en esta tradición que está renovando y reinventando lo afroperuano y criollo. Prueba de ello es el disco “Despertar”, de la cantante Rosa Guzmán, grabado junto a Sergio Valdeos y Edward Pérez, que incluye re-interpretaciones de clásicos criollos con un gran componente jazzístico. Además Sayariy viene realizando una labor importante de documentación de nuestro acervo criollo como es el caso del disco “La Gran Reunión, Los Guardianes de la Música Criolla”, o el documental “Lima Bruja: Retratos de la música criolla”. A ellos hay que sumar el trabajo que viene realizando Fred Rohner y Gerard Borras, quienes vienen realizando una labor importante de investigación del periodo de la Vieja Guardia, cuya música empieza a ser ahora escuchada por las nuevas generaciones.

 Bibliografía:

 Jáuregui, Eloy. El Pirata, Historias de la Música Criolla. Editorial Mesa Redonda, 2011

 Borras, Gerard. Lima, el vals y la canción criolla (1900-1936). Instituto Francés de Estudios Andinos, 2012

  Llorens, José Antonio. Música Popular en Lima, Criollos y Andinos. Editorial del IEP, 1983

 Zanutelli,  Manuel. Felipe Pinglo… a un siglo de distancia. Tomado del Diario El Sol, Edición Nº 1999

 Feldman,  Heidi. Ritmos Negros del Perú.  Fondo Editorial PUCP, 2009

 Olazo, Jorge. Mixtura. Cocodrilo Verde Ediciones, 2003

Rohner,  Fred.  Lima, siglo XX: cultura, socialización y cambio. Fondo Editorial PUCP, 2013

Reflexión recopilada por Luis Alvarado.

 Luis Alvarado (Lima, 1980). Curador e investigador independiente de amplia trayectoria. Poeta y artista visual. Responsable del proyecto de archivo de música electrónica y experimental peruana Sonoteca, del Centro Fundación Telefónica. Conductor y productor del espacio radial, Cazar Truenos en Radio Filarmonía. Miembro del equipo organizador del festival INTEGRACIONES de música experimental latinoamericana, que se realiza en Lima. Ha dirigido el documental: “Ruido Vulgar: extremos sonoros en Lima”, sobre el noise y música experimental. Colabora en diversos medios especializados sobre música y fonografía.

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